Sin embargo, es posible que los niños que ahora cumplen 10 años sean la primera generación cuya esperanza de vida sea menor que la de sus padres.
La razón: la inactividad física.
¿Os acordáis de cuando nosotros jugábamos en la calle todo el día, y nos largábamos el fin de semana de excursión? ¿Os acordáis cuando el día que nos regalaron la bici no nos volvieron a ver por casa?
Era cuando no había tele, o era de un solo canal, cuando no teníamos tantos juguetes y, sobre todo, cuando no teníamos ni Game Boy ni PSP, ni Wii, ni móvil, ni ordenador.
Todos estamos viviendo a nuestro alrededor esta realidad, los niños de hoy ya no se hacen espadas de madera ni juegan a indios y vaqueros, juegan al fútbol en la Wii en vez de en la calle, se pasan horas viendo películas en el ordenador y prefieren chatear con Tuenti en el móvil a verse cara a cara con los amigos. Su deporte preferido es el sillón ball y cuando les propones ir a hacer algo de ejercicio refunfuñan. Si finalmente vienen, se cansan enseguida, a veces parecen nuestros abuelos.
No es culpa suya, ni de nadie, es el fruto de nuestros avances tecnológicos y de nuestro “sofisticado” modo de vida. La tecnología, el factor que nos ha aumentado la esperanza de vida, es posible que sea el causante de que se reduzca.
Según el informe de Designed to Move, el cambio hacia el sedentarismo está siendo muy brusco, y el cuerpo humano no está preparado para adaptarse a la misma velocidad.
El riesgo: la obesidad, más faltas a la escuela por enfermedad, peores notas, menor retribución cuando sean mayores y trabajos, un aumento del coste sanitario y, quizá, una muerte prematura. Suena tremendo, pero no es una teoría sin fundamento.
Podemos solucionarlo si actuamos ya, cada uno de nosotros, tomando conciencia de que tenemos que movernos más, dar ejemplo y provocar que nuestros hijos también lo hagan, que salgan, salten, corran, monten en bici, y vengan en kayak, por su bien.
Nuestro cuerpo está diseñado para moverse.