Pero leí a tiempo La Isla del Tesoro, unas letras muy bien juntadas que Stevenson inventó para su sobrino durante unas vacaciones escocesas y que luego llevó al papel, y, al hacerlo, nos hizo felices a millones más, y nos inoculó el espíritu de las aventuras marineras.
Después vinieron Salgari, Verne, Kipling, Jack London, Melville, Defoe y Crusoe, C.S. Forester, Patrick O'Brian y tantos otros.
Pasé a la "realidad" navegando con Francis Chichester en la Gipsy Moth, competí junto a Peter Blake, crucé el Atlántico primero con Hannes Lindemann y después con Peter Bray, recorrí en kayak los ríos de Europa con John McGregor y su Rob Roy, y las costas de Nueva Zelanda y Australia con Paul Caffyn, y acompañé a Brian Wilson por Irlanda y Escocia y a los Canoe Boys por las brumosas costas de su tierra.
Y un día me encontré una maravillosa sorpresa y descubrí, al azar, a Joshua Slocum, que ha escrito la obra más auténtica de circunvalación al mundo en un pequeño velero hasta hoy.
Así que empecé a estudiar los misterios del viento y de las velas y comencé mi aventura. Y cada vez quería ser más pez, y dejarme mecer por las olas, y husmear entre acantilados, así que busqué una embarcación más y más pequeña, y aquí estoy, junto a nuestros “artefactos flotantes”, los kayaks.
Pero lo mejor que he leído sobre el mar lo ha escrito Joseph Conrad. Lo conocí, como muchos de nosotros, en un río en África, y luego en el mar arábigo encontré a Peter O’Toole, que no hacía de Lawrence sino de Lord Jim, “uno de los nuestros”, y cuando creía haber leído ya casi todo lo bueno, descubrí El Espejo del Mar, el más intenso y sublime de los textos sobre el mar que conozco, unas páginas que no terminan nunca, a las que se vuelve para suspirar.
Mi mar comienza en el Cantábrico, y continúa en el Mar del Norte y en los Mares del Sur, y es el Mar de los Sargazos.
Mi mar es el de las Olas y el de los Sentidos. Es infinito, intocable, es un mar de imaginación. Mi mar es una enorme marca de agua. Mi mar es de papel.