En mi imaginación, Alaska siempre ha representado el Gran Norte, un inmenso territorio inhóspito lleno de grandes bosques y lagos, glaciares y montañas nevadas, clima extremo, osos, ballenas, trineos tirados por huskies, buscadores de oro y aventuras épicas.
Toda la historia de Alaska es pura leyenda, incluyendo su compra por Estados Unidos a Rusia en el año 1867 por la hoy ridícula cantidad de 7,2 millones de dólares, pasando por la fiebre del oro de finales del siglo XIX, que hizo millonarios de la noche a la mañana a unos centenares de aventureros idealistas a cambio de crear decenas de miles de desgraciados, o el catastrófico desastre ecológico que supuso el encallamiento del petrolero Exxon Valdez en 1989, precisamente en el área que hemos estado recorriendo hace quince días. Afortunadamente ya no quedan restos apreciables de ella.
Así que se me juntó todo y cuando las pasadas navidades leí que Jeff Allen organizaba una expedición a Alaska en Junio, fui el primero en apuntarme.
Han sido diez días muy intensos en que hemos recorrido alrededor de doscientos cincuenta kilómetros, una pequeña parte del Prince William Sound, un territorio de islas, fiordos, bosques y glaciares realmente espectacular.
Por daros una referencia de magnitudes, si la superficie de Alaska es casi tres veces la de España, el Prince William Sound, que representa quizá menos del 5% del total de Alaska, tiene unos 5.000 kms de superficie costera, similar a la de España.
Intentaré contar el recorrido y lo mejor y peor de él, el material y equipamiento que llevé, incluyendo un análisis de aquello que me ha parecido esencial, alguna información práctica, y también iré subiendo fotos y un video de lo más destacado.